Wednesday, April 01, 2009

Anciana

La nonna (como dicen los italianos, pero también los argentinos) volteó la vista al cielo tratando de descifrar los semáforos. Como si leyera las nubes para predecir si llovería o habría sequía, llevó una mano sobre su sien buscando una mayor envergadura para su vista. Parecía como si leyera los astros.

Un perpendicular motociclista volteó hacia donde la mujer dirigía su mirada, le fue imposible descifrar las luces del infernal crucero hasta que vió a la anciana avanzar firmemente sobre las lineas amarillas. Era seguida de un hombre que la tomaba de un brazo y de una mujer en traje de ejecutiva.

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Saturday, March 07, 2009

Enjambre

Un enjambre de cerrajeros que cruzan el Mar Oceano

Friday, December 26, 2008

Golpe de gracia

El verano había transcurrido con cierta tranquilidad. El seminario serviría para afianzar su carrera, al menos eso le decía el faculty. Para él era una manera de pasar el verano en San Diego. Demasiado joven, a pesar de ser un estudiante con una trayectoria definida, pensar en "una carrera" era demasiado. Lo único que pensaba era ir a la playa los fines de semana, volar un hang glider (cosa que nuca hizo), y tener sexo (cosa que hacía asiduamente). Esa mañana se había levantado, había corrido media hora en la pista de tartan afuera de su dormitorio y fue a Black Beach, la playa nudista cerca de la universidad. Aunque tenía fama de ser un lugar gay, no le importó, en realidad paso un excelente día. Compartío un pedazo de playa con una familia, todos ellos obesos, que jugaban al frisbee. El resto de su vida recordó a una pareja desnuda haciendo que el disco volara de un lado a otro, imitando la linea del horizonte que se dibujaba a lo lejos, le parecío un cuadro de Botero. Volvió al atardecer y al cruzar una autopista oyó una chillido que le crispo la piel. Parecía un niño. Enseguida trató de entender de donde venía ese llanto aterrador. Finalmente pudo ver una ardilla que había sido golpeada por un automovil. Con la cadera rota la ardilla se arrastraba en medio de la autopista. Pensó en tomar un tronco y rematarla con un golpe en la cabeza, pero no lo hizo. Pensaba que en esa tierra extranjera eso podría ser un crimen, no quería malentendidos, mucho menos problemas con la ley. De todos modos un coche lo haría en cualquier momento. A pesar de parecerle salvaje, inhumano, casí despiadado, arrojó el tronco. Con gran remordimiento continuó su camino. El grito del moribundo animal no dejó de oírse a sus espaldas.

Thursday, December 18, 2008

Trama

-Puedes escribir una novela, como Jorge Volpi o Mathew Pearl. Escribieron su primera novela mientras estudiaban el doctorado.
- También Pirsig y se volvió loco.
- Pirsig escribió después y creo que sanó.
-No puedo poner cuatro personajes juntos, me hace sentir esquizofrénico.
-Todo está en la trama.
-Eso es justamente lo que no poseeo. Una vez incluso escribí un poema sobre eso, mi ausencia de trama, o tramas, lo llame. Es como si le temiera al desarrollo de una historia. Extraño, pero cierto.
-Piensa un lugar
-Escribí el poema junto al mar, era de noche, fumaba un puro, observaba las estrellas y me pareció muy poética mi imposibilidad de escribir una novela. Se lo achaque a no poder concebir una trama. Me pareció muy poético a pesar de todo escribir y escribí algunos versos. Creo eso lo hago mejor.
- Paga menos. No podrás vivir de la poesía
- Ya lo se
-¿Puedo ver lo que escribiste?
-Lo destruí, al menos lo olvide, no le di importancia. Por otro lado, me da miedo empezar a escribir una historia y darme cuenta que es la versión literaria de Lola la Trailera.
-Eso puede suceder, peo entonces harás dinero.
-No quiero que suceda
-¿El dinero?
- No, la narconovela, me podrían matar. Bastaría que un narco narcista se identificara con alguno de mis personajes, pensará que escribo sobre él y hasta allí llegó mi carrera. Ya ves lo que le pasa a los cantantes gruperos.
- Bueno omite el narco.
- El día de hoy paso por aquí un cantante, una especie de trovador, caminaba en la playa con botas vaqueras y sombrero, cargaba su guitarra. Lo invite a pasar al jardín y estuvimos tocando un poco. Estuvimos tocando es un decir, me enseño algunas cosas en la guitarra que no pude bien aprender. Lograba sacar un sonido de su guitarra que no puedo describirlo de otra manera más que como mexicano, entre corrido revolucionario y soundtrack de película de Robert Rodriguez. Traía una alacrán en su sombrero.
- ¿Crees era un narco?
- Era un pobre diablo, pero si creo que admiraba al narco, me pareció una gran contraste con el sonido que lograba sacar de su guitarra: melancólico, triste, en verdad muy hermoso. Un día de estos escribe un narcocorrido y se hace famoso. Creo se llamaba Valente.
- Ahí esta, ya tienes una trama.
- Es solo un personaje

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Tuesday, October 21, 2008

El experto

Se presentó un poco tarde a la reunión. El tráfico cibernético impedía llegar puntual incluso a las videoconferencias. En seguida comenzó hacer preguntas. ¿Hace cuánto lleva la bitácora? ¿Cuánta gente la ha leído? Del otro lado de la pantalla respondían con dificultad, sin saber muy bien que decir, un poco preocupados. Ante la ambivalencia de las repuestas procedió hacer la oscultación directa. Pidió el protocolo y la referencia "http//. . . " En la pantalla aparecieron varios textos ordenados de manera cronológica. Se coloco el monóculo como si analizara la autenticidad de una piedra preciosa o la precisión de un reloj suizo. Comenzó a repasar el texto apenas poniendo atención. Escrito en una lengua que vagamente comprendía, ponía atención en la puntuación, intentaba desentrañar la sintaxis, comprender el sentido de lo ahí escrito. Tras unos minutos se retiró el monóculo y expresó su veredicto. "He's a writer". La categoría parecía excluir al examinado de otras muchas más, entre ellas, la de experto.

Saturday, October 11, 2008

En el inicio


Hacía tiempo que los adultos habían desaparecido de la isla. Con ellos, todos los fósforos habían también partido. Muchos de los niños no sabían como encender un cerillo, mucho menos un encendedor. “Con el fuego no se juega” solía ser la cantaleta de los padres, seguida por la desaparición de cualquier artefacto que produjera flamas en los estantes más allá de alcance de una persona normal.

Cuando los adultos desaparecieron, pocos fueron los niños que pudieron encontrar cerillos y encendedores a su alcance. Algunos de ellos se deleitaron al instante prendiendo un fósforo tras otro sin que nadie les dijera nada. Otros prendieron cigarrillos a pesar de que sabían que se quedarían chaparros. Algunos le prendieron fuego a algún sillón o alguna cama de su vieja casa. Muchos otros tuvieron que pensar la manera de alcanzar los estantes superiores de la cocina para tener fuego.

El espectáculo luminoso no duró mucho. El fuego, los cerillos y encendedores fueron desapareciendo. Una vez que todos los fósforos de la isla se terminaron, hubo que idear maneras más elementales para encender una fogata. Algunos sabían como utilizar piedras, otros habían aprendido a prender un montón de hojas secas a partir de frotar dos troncos. Como en las películas.

Así fue con casi todo. Encender un cerillo es una cosa, pero prender la estufa y cocinar un caldo de pollo es otra completamente diferente. Para empezar ¿quién sabía donde se encontraban los pollos muertos y sin plumas? No obstante alguien los encontró. Era el hijo de un granjero quien los llevaba al pueblo cada sábado. También había encontrado huevos.

Hacer un caldo de pollo es una cosa, pero manejar un automóvil otra completamente distinta. En realidad los coches no servían para mucho. Aunque alguien los pudiera echar andar había que idear la manera de alcanzar los pedales y conseguir gasolina. Lo mismo pasaba con el ferrocarril. En una ocasión uno de los niños logró echar andar la locomotora y pudo hacer que avanzara. La locomotora desapareció en el horizonte por el puente que une la isla con tierra firme. Del niño que se fue con ella no se volvió a saber nada más.

De esta manera sobrevivieron. Muchos niños se convirtieron en industriosos agricultores. Muchos otros se unieron a tribus de cazadores en el bosque. Joaquín y sus amigos, por su parte, solo pensaban en la manera de dejar la isla. Fue a Matilde a quien se le ocurrió que podían hacer una barco y cruzar el estrecho hasta tierra firme. Fue Miguel quién abogaba por cruzar caminado por las vías del tren. Finalmente Joaquín pensó que debía combinar la velocidad y aventura de la propuesta de Matilde con la seguridad y precisión de la propuesta de Miguel. Construirían un velocarril. Cruzarían el estrecho sobre las vías, impulsados por una vela. Después de todo parecía que las máquinas que echan humo habían dejado de funcionar hace una largo tiempo.

Wednesday, August 27, 2008

Hollywood

El Rigoleto una vez más, el insomnio hacia mella y era menester recordar aquellos días en los cuales todo se podía ver con claridad. Arrullar los recuerdos desde esa silla era lo único que le quedaba.

Hacía años que había tenido que dejar los escenarios. Tras unos pasos mal calculado, tropezó. El director de la Compañía decidió que la veterana estrella debía retirarse. Su corazón le había fallado. Hacia tiempo que la exacta combinación de la melodía de la orquesta y el ritmo de su yugular le indicaban el lugar exacto en el cual parase, el gesto preciso que debía hacer y la dirección en la cual debía dirigir sus ademanes. Sin embrago esa tarde el pulso se le aceleraba taquicárdicamente. Ella finalmente se había ido. Lo había abandonado en su penumbra.

Se conocieron en Viena en su juventud. La gran estrella de aquel perdido país tropical había logrado trascender su condición provinciana para presentarse en los mejores teatros del mundo. Ahí había conocido a esa joven cantante. Se había enamorado, la había deseado desde el primer momento. Sus abundantes carnes, sus caderas y senos, su pelo dorado, su bella voz. Una hermosa valquiria que merecía la pasión y fuego del sueño tropical.

Fue en una gira por su tierra natal que ella decidió cubrirse la muñeca con esas baratijas que fabricaban los indios. No entendía como alguien tan civilizada podía colgarse esos primitivos adornos, grilletes de la superstición. Sin duda había cambiado desde esa primera visión tan transparente. Ahora parecía más Janis Joplin tras una temporada en rehabilitación, que la Callas en su momento de gloria. Por fortuna no podía cantar en inglés sin ese espeso acento, lo que le permitía recordar que no era ninguna vulgar americana.

Todo eso se perdió, poco a poco. Primero ella su figura, luego él extravió el sueño y la vista, y asi poco a poco todo cambio. Una gran desgracia los había embargado. A pesar de su disgusto por el american way of life, habían emigrado a California. Sus amigos en Hollywood les había hecho sentir que los fríos inviernos austriacos eran innecesarios. Compraron una casa con todo y alberca y migraron a Los Angeles.

Nunca debió confiar en el joven mexicano que limpiaba la piscina. Tan parecidos y tan distintos. Aún miembro de la servidumbre pero si ninguna docilidad. Al principio le pareció curioso que la compañía que limpiaba la piscina llevara un nombre tan latino, le recordaba una canción, luego comprendió que el joven moreno era su propio jefe. Fue después cuando escucho a las mucamas platicar sobre los tatuajes del joven. Se descubría el torso mientras trabajaba en el jardín. Obviamente su mujer también lo había notado.

El Rigoleto sonaba una vez más . . .