AGUA

Tenía la extravagancia de buscar películas antiguas en la red. En particular le atraía la figura de Dolores del Rio. Disfrutaba observar su rostro, imaginar sus caderas, hacerse una idea de sus muslos. Solía hacerlo tomando un par de píldoras acompañadas de un whisky. Le fascinaba saber que otra de sus favoritas, Marlene Dietrich, había llegado a mostrar gran respeto por la diva mexicana.

Pensaba todo esto mientras tripulaba uno de esos scooters especiales para cruzar el campo de golf. Antes de llegar al club había tenido que parar en un retén de gente del pueblo que protestaba contra la escasez de agua. Los pozos de los ranchos aledaños al verde campo que se extendía frente a él experimentaban una baja en el bombeo diario. Sujetaban una cuerda de un extremo a otro de la angosta carretera que obligaba a los automovilistas hacer alto total. Sosteniendo un nicho con la Virgen de San Juan de los Lagos pasaban un vote para la colecta. Un letrero decía “el agua es de todos”.

El campo parecía infinito, un mar turquesa. Colocó la bola blanca mientras observaba el horizonte como si pudiera obtener una medida de su envergadura. Prolongó un swing preciso. No debía alcanzar la luna sino cruzar el océano, pensó.